La Calchona del Guapi

El antiguo camino que conectaba las pueblos de nuestro país, conocido como el Camino Real, estaba trazado antes por el oriente de la actual carretera Panamericana o 5 Sur, adentrándose entre valles y cerros de la Provincia de Linares. Camino de tierra, oscuro y en gran parte deshabitado, era terreno fértil para apariciones, fantasmas y seres extraños. 

Uno de ellos era la temida Calchona. Esta mujer, bruja avezada,  utilizaba una pócima con la cual embetunaba su cuerpo para convertirse en oveja y salir por las noches. Una vez, estando en el trámite de transfiguración, fue vista por uno de uno de sus pequeños hijos quien cayó muerto de horror al ver a su madre en sus afanes de brujería.  Herida de dolor, quedó a medio transformar y su castigo fue vagar con su rostro de mujer y el cuerpo de oveja en dos patas…

Muchos fueron los jinetes y carretas que quedaron en poder de la Calchona, que se aparecía en frías noches, arrastrando su lamento  y  hasta el más valiente de los hombres temía cruzarse con ella y cuando, lamentablemente, se terciaba en su andar, arrancaban despavoridos, queriendo salvar la vida más que los bienes que pudieran haber llevado en su marcha.

Se cuenta si que una tarde de invierno,  un joven hacendado nombrado Don Juan Su Padre, se le hizo tarde en el pueblo y ya casi cayendo la noche inició su travesía hacia Guape, montado en su caballo alazán. Ya había cruzado el Agua Fría cuando de entre los matorrales se siente un lastimero balido y una sombra baja se lanza al camino. En tono medio entre  animal y lamento le dice “deja tu caballo si quieres seguir siendo persona. Soy la Calchona y he venido a buscarte”.  El jinete, un poco desconcertado por la indicación, echó mano al cinto y desenfundó su 22 largo Smith & Weson al tiempo que le decía “me venis con cosas a mi Calchona… a ver si un par de balazos te terminan de sacar el cuero” dijo montando el percutor al momento que se oía “no no no patroncito! No se le vaya a disparar el revólver y me mate, ay mamita, ay mamita!!”. Don Juan Su Padre lanzó una risotada y le dijo “mandate a cambiar de aquí roto carajo si no querís que te de una pateadura madre, por ladrón y cobarde. Mire que andar asaltando la lindura”…. Se vio entonces la sombra correr despavorida, ahora sí con llanto lastimero y despojado de los pellejos de oveja que con tanto cuidado se había amarrado a la cintura.

Al otro día todos en el sector hablaban de la aparición de la Calchona... pero también se noticiaban que el Calaco, mocillo de los chanchos de doña Gabriela, se había ido del campo sin avisarle a nadie.

 

 

Versión de Amparo Aguilar, oida en Linares, 2012