No hay que ser bailante para sentir cómo la guitarra, el tañir de unos platillos o sobre las suaves ancas de una guitarra y el canto seducen fácilmente. Entonces, la cueca vibra en el pecho, sale por las manos aplaudiendo y por los pies zapateando. Sea campesina, brava, balseada, urbana, nortina o sureña, es cueca, expresión de chilenidad. Se ha estudiado la cueca dándole vueltas y vueltas, buscando sus ancestros que sí, que no, que tiquitiquiti. A la luz de toda la documentación que existe sobre su nacimiento, pudiera ser que sus padres hayan sido árabe-andaluz, con unos primos africanos que llevaban el ritmo con percusión de cajón y los mapuches, con cultrún o  zapateando, sus abuelos con un fandango español.

Vale decir que mucho nos influenció la cultura mozárabe, que llegó en las carabelas y galeones españoles, de la mano de artesanos, buscavidas o bandidos; andaluces -por sobre extremeños o aragoneses- quienes arribaron con guitarras, panderos y el canto gritado, anidando en nuestra costumbre la copla andaluza por sobre la décima o romance castellano.

Nuestra cueca, conocida en América Latina como "Chilena” ha sido objeto de largas discusiones respecto de su génesis. Leamos  una opinión objetiva y en este caso del destacado erudito argentino, don Carlos Vega:

"En 1824 cobra rápida notoriedad en Lima un nuevo baile llamado Zamacueca;  afines de ese mismo año o a principios de 1825 llega a Santiago de Chile y en sus aristocráticos salones es objeto de cálida recepción; desciende enseguida a los dominio del pueblo, invade todo el territorio de la república y el fervor de un par de generaciones le da categoría de danza nacional. Evoluciona, sufre algunas modificaciones de externación y de forma, y se inicia en el país, ya en la segunda mitad del siglo, la creación de melodías originales. Hay desde entonces una zamacueca chilena, pero como zamacueca es un nombre demasiado largo, con solo “Cueca” se remedia la chilena apetenciada de brevedad. Desde el comienzo ha pasado de Santiago a Mendoza y a las demás provincias argentinas inmediatas; después hacia 1865 a Bolivia y Perú, de retorno. Estas repúblicas le añaden apellido: Cueca Chilena. Por razones de brevedad, Chilena simplemente. En la Argentina queda hasta hoy, perdiéndose el primitivo nombre de Zamacueca, muy generalizado el de cueca, y limitado a las provincias del noreste el de Chilena, que bajó por Bolivia, en el Perú la danza se llamó Chilena hasta 1879, en que fue rebautizada con el nombre de marinera” (Revista Musical Chilena. Mayo - Junio 1947, pág. 7)

 

Pero no solo es conocida y bailada en América del Sur, sino también logró posesionarse en México, particularmente en el estado de Oaxaca, la región sureña de ese pais. La Chilena surgió específicamente en lo que hoy comprende la Costa Chica de Guerrero. Cuenta la tradición que durante la fiebre del oro que se vivió en California, muchos mineros chilenos iniciaron el viaje en barco hacia ese lugar y la nave tuvo problemas que la obligaron a recalar en un puerto de ese Estado. Pero hay otra corriente que manifiesta que esta socialización de nuestra música con el pueblo mexicano ocurrió en 1821 con el adelantado bergantín “Araucano”, viajero en el marco del sueño de una América unida. Sea como fuere, la socialización dio a conocer nuestro baile, que se mantiene con el nombre de “Chilena” y la denominación de  “chileneros” a quienes practican esta danza. Allí también ha ido evolucionando pero mantiene  y, aunque la chilena, lleva en su nombre un indicio de sus orígenes; se trata de un género que nació de la mezcla de la música traída por los marineros chilenos con las tradiciones mestizas de México. En la ejecución de la danza se mantuvo el floreo de pañuelo y zapateo, además de los gritos motivadores a la fiesta, propios de nuestra heredada cultura andaluza.

Cuecas de la Provincia de Linares.

Zamacueca recopilada por Margot Loyola de Lucía y Hermosina García Arévalo, Lomas de las Tortillas, Linares, 1960

 

Debajo de un limón verde

Donde el agua no corría

Le entregué mi corazón

A quien no lo merecía

 

Veinticinco limones

Tiene una rama

Y amanecen cincuenta

Por la mañana

 

Por la mañana si

Limón maduro

Hácele un cariñito

Con disimulo

Naranjas y limones

Los corazones.

 

 

 

Me van a mandar a quemar

Recopilada por Margot Loyola a Arturo Aguilar, Linares, 1955

 

Me van a mandar quemar

Y en las llamas del amor

Porque un marino me gusta

Que me roba el corazón

 

Marinero de abordo

De agua salada

Porque los de agua dulce

No valen nada

 

No valen nada si

Marinerito

En mi pecho te tengo

Retratadito

 

Ay que rico, ay que rico

Dame